Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos, y con nuestra mejor intención intentamos inculcarle que haga lo que nosotros pensamos.
Para ellos ejercemos un control, a través del cual le coartamos su libertad, no dejamos que ellos sigan su camino, que se equivoquen, que aprendan de sus errores, que es la mejor manera de aprender… no nos damos cuenta que nuestros hijos son espejo de nosotros mismos, y sobre ellos proyectamos nuestras frustraciones, nuestros miedos, nuestras creencias limitantes, nuestros pensamientos; en definitiva lo que nos viene a suceder es que seguimos prisioneros de nuestro ego que es inconsciente.
¿Qué ocurre realmente? Pues que si actuamos así, lo estamos haciendo como nuestros padres, de la misma forma en que fuimos tratados por ellos, de generación en generación, cometiendo los mismo errores y por consiguiente se sigue repitiendo la misma dinámica familiar, si esa dinámica es buena no importa que se repita, mas teniendo en cuenta que no ha sido elegida libremente por ellos no es la idónea, pero si esa dinámica es patológica estamos condenando a nuestros hijos y descendientes a que la vuelvan a sufrir.
Mira a tu hijo, y a través de él conócete a ti mismo, dale su libertad, libéralo de los asuntos no resuelto de sus ancestro, que son los tuyos, que él haga su propio camino, tú debes estar para apoyarle, no para dominarle, al hacer ésto aunque no lo creas puedes estar evitando no caer en una crisis existencial o en la saturación de tu vida, porque al dejar de ser carcelero de tu hijo te estás liberando de tus padres, que también eran tus carceleros. En definitiva te estás liberando de los programas heredados y seréis más feliz tú y tu hijo.
Toñi Puertas, psicóloga en Marbella.